domingo, 13 de noviembre de 2011

Lo que siento; Capítulo 10 "El afecto"

Lo que siento

Capítulo 10: El afecto

Estuvimos esperando por un tiempo que nuestro amigo volviera, pero lo único que llegaba a oír era la respiración de mi prima recostada sobre un colchón y los ruidos provocados por el videojuego que me encontraba jugando.


-Sinceramente ya me está desesperando este juego- lo pongo en pausa y recuesto mi cabeza contra el borde de la cama.-Descansare un poco, aún es temprano


En realidad eran las once de la noche, pero como mañana no tenia que despertarme temprano me daba igual.


- No pasara nada si cierro los ojos por un momento...



Todo a mí alrededor se encontraba en calma, mi respiración lenta me tranquilizaba. Por un momento había dejado de pensar en los problemas, sentía una ya extrañada paz en mi interior. Pero no tardo en volver la incomodidad, era como si el silencio no fuera lo que en verdad buscaba.

Mientras ya empezaba a divagar más en mi cabeza escuche el rose de algo sobre el suelo y se hacía más fuerte con cada segundo. A continuación ya no sentía las maderas, en su lugar me envolvía un endulzante calor y la suavidad de las sabanas.

Lo último que conseguí ver era una figura difusa mostrándome una blanquecina sonrisa y al acercarse a mí una dulce sensación en mi frente.



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Me giro y me tapo la cara con la almohada, ya los rayos de luz que atravesaban la ventana estaban empezando a molestarme. A pesar de mi intento de volver a conciliar el sueño no lo conseguía ya que una risita me distraía.



-Yo ya le hable y no me hace caso- pronunció una voz femenina mientras se continuaba riendo.

-De acuerdo-suspiró en seña de cansancio y se acercó a la cama en donde me encontraba.

Mi piel se erizo al sentir una mano recorrer mi espalda hasta llegar a mi cabeza para luego mi cabello ser revuelto con poca gentileza.

-¿Qué fue lo del principio Sebas?- Natalie continuo riendo y eso incremento el rubor que ya se estaba apoderando de mi rostro.

-Despiértate de una vez, vamos, gírate- hizo caso omiso al comentario y intentó girarme a la fuerza hasta que lo logro.

-¡No!-me aferro al almohadón para que no viera mi rostro en ese estado.

-No empieces a berrinchar tu también, ya me basta con Natalie, por suerte dormí en el cuarto de mis padres sino ya me hubiese molestado desde temprano-me sacó lo que tenía en mis manos y volvió a la puerta en donde al parecer se encontraba antes de lo recién ocurrido.



Me siento en el lugar, no quería salir de la cama todavía y los miro a ambos. La cara picara de Natalie se notaba a leguas y a Sebastián le estaba siendo completamente indiferente, como para no perder la costumbre.

Con razón no había vuelto él al cuarto, quizás se sentía de en verdad más tranquilo en otra habitación que con nosotros.

Suspiro para mis adentros y apenas intento levantarme vino a mi mente lo que me había sucedido la noche anterior.



-¿Qué pasa Miru?- ya se había percatado de mi cambio de ánimo.

-Solo que...Ayer me paso algo raro. Estaba esperando que Sebastián volviera, vos ya estabas durmiendo y empecé a cansarme. Me recosté sobre la cama para descansar mi mente de tantos videojuegos y después al parecer algo me puso sobre la cama-me detuve al ver como ambos me miraban extrañados.- Y bueno...Me beso la frente también- digo tartamudeando pero mi vergüenza cambio al pensarlo mejor.- ¿No habrá sido un fantasma?- ya comenzaba a asustarme.

-Si fue un fantasma es medio depravado

-Agradece que no te hizo nada más-miró al mayor por unos segundos y luego se rio junto a él.

-No se lo tomen en broma, de enserio me da miedo

-Vamos Martín, no debes creer en esas cosas-intentó calmarme pero la media sonrisa de su rostro no era para nada consoladora.

-Cállate, no me puedes animar así- cruzo los brazos y aparto mi rostro hacia la pared.

-Pobre de mí primito- se subió a la cama y me abrazó.- No le hagas caso a ese mal amigo-Acarició mi cabeza como si fuera un niñito.

-Esta bien, dejare de pensar en eso. Seguramente fue solo un sueño.- acepto su afecto y me pongo de pie.

-El desayuno esta en el comedor, si quieres comer ve, yo me iré a ordenar el cuarto de mis padres- se retiró de allí sin siquiera mirarnos.

-Al parecer le cayó un poco mal tu comentario-rió un poco.- Ya se le pasara, arréglate y ven, te espero en el comedor, yo tampoco desayune-me acarició una de mis mejillas y se fue dando algunos saltos.

- Nunca cambian-suspiro, miro donde esta mi ropa para ponérmela y en mi búsqueda encuentro una remera roja muy familiar.- Tiene un dibujo extraño, pero siempre me gusto - No era mía, sino del dueño del cuarto.- No se enojara si la uso... ¿O sí?



Tengo más que sabido que capaz si se enfade, pero no me importo, que lo tenga de castigo por tratarme mal.

Aunque en realidad su forma de actuar hacia a mi siempre era la misma, si tuviera que estar castigándolo nunca acabaría. Además lo que hizo esta mañana antes de tratarme bruscamente me había llenado de felicidad.



-Ojala me toca...-agito mi cabeza.- No, eso iba a sonar algo pervertido- no quería imaginarlo más y simplemente me vestí como era debido.

Basta Martín, las hormonas te están afectando. Además no era el momento de estar pensando en esas cosas y menos aún de tu mejor amigo.

La contradicción.

Me estaba empezando a sentir ridículo ¿Cuándo había comenzado a tener estos pensamientos? Muy bien sé que dije que empecé a sentir algo "más" que solo amistad por él en mis 8 años aproximadamente. Pero el problema comenzó cuando tenía 13 y, en vez de solo una sonrisa o palabras que alimentaban mi mente, buscaba caricias o...



-...Aunque sea un beso



Me golpeo la frente para frenar aquella imaginación, más aún tratando de tapar los otros pensamientos que tuve. Todo tenía que ver con mi atracción hacia él y mi edad, de eso no había la menor duda.

Suspiro.

Preferí no pensar más al respecto, tantas veces me lo preguntaba a diario, debía de ser suficiente. Me tendría que haber bastado para darme cuenta que nunca cruzaría la línea de amistad con todos los romances que tubo, pero no, tenía que ser un tonto masoquista.



-¡Martín ven de una vez!



Escuche el grito amable, pero grito al fin, que daba mi prima desde el comedor. Me había tardado varios minutos, mejor sería que fuera de una vez para no levantar sospechas de que no estaba muy bien que digamos.

Al llegar por fin a esa parte de la casa me recibió con su brillante sonrisa habitual mientras terminaba de colocar los últimos cubiertos en la mesa. Había preparado dos tazas de café, acompañadas con tostadas y dejó cerca un pote de mermelada por si queríamos también.

Volví a suspirar. Sí que me trataba como si fuera mi madre.

Luego de sentarnos ambos empezamos a desayunar y la sala no tardo en llenarse por las palabras de Natalie. Me hablaba de lo que había hecho, de lo que planeaba hacer, del nuevo grupo de música que le había empezado a gustar, de lo que hablo ayer con una de sus amigas, de otras tantas de sus amistades mujeres y así sucesivamente.

¿Salía con algunas de ellas? Vamos, no me digan que ahora se acaban de dar cuenta de lo que hablo. Aunque si mi conjeturas son ciertas, al igual que mi pregunta, ya me habría enterado. Ella tenía el perfil de ser las personas que cuando se enamoran lo gritan a los cinco vientos, completamente melosas y romanticonas.

Su sinceridad e indiscreción me causaba un poco, pero un poco, de envidia.



-¿Soy solo yo o Sebas está un poco extraño?



Por fin había detenido su plática de sí misma, algo que casi provoca que me ahogara con el pedazo de pan que estaba por tragar.

Qué forma de cambiar tan rápido de tema y si que teníamos pensamientos muy parecidos ¿Estaba segura que no leía mi mente?



-Si, yo he pensado lo mismo...

-Ya veo - respondió para luego continuar bebiendo el café de aquella tasita rosa.



Y ahí termino todo sobre el asunto.

A veces me sacaba un poco de lugar la particular forma de actuar de mí querida familiar.


-Tampoco como que yo fuera diferente


A pesar de la calma que tenía la rubia frena a mí, ya me había bastado esa corta conversación para preocuparme.

-Fantástico

-¿Pasa algo?

Planto su mirada por unos segundos y yo tan solo le sonreí negando con mi cabeza un par de veces. Sin demostrar sospecha alguna, para mi fortuna, me devolvió el gesto y empezó a levantar todo de la mesa.

Debo de dejar de hablar en voz alta.



-Si quieres ve yendo, yo limpiarte todo.


No espero ni que le contestara y se fue hacia la cocina dando pequeños saltos en el proceso. Pobre de aquella delicada vajilla, espero que no haya sufrido ningún daño en el camino.

Me levanto del asiento y empiezo a dudar de que hacer ahora. Estaba la opción de quedarme en aquel cómodo sofá marrón, viendo la televisión a través de esa gigante plasma y comer alguna que otra chuchería o ir corriendo a ver como estaba mi querido amigo.

No elegí hacer ocio y llenar mi estomago, algo bastante obvio a estas alturas, me fui hacia el pasillo rápidamente.

Ya estaba a pocos pasos del cuarto de los dueños de la casa y no tarde en no arrepentirme en lo más mínimo de mi decisión.

Lo que oía era mejor que cualquier programa que diera aquel aparato y más aún que la comida chatarra.


-Hermoso...


Ni con esta palabra me bastaba para describir lo que llegaba a mis oídos, aquella voz era un coro de ángeles. Una de las mejores que había escuchado en la vida y no solo porque provenía de la persona que más amo, sino porque era la pura verdad. Muchas veces le he reprochado el hecho de que desperdiciaba su talento.



"Deberías ser cantante Sebastián, te da bastante bien"

"Ambos sabemos que terminaremos vestidos de pingüinos, sentados en un escritorio y con la mirada fija en un computador. No insistas."






Bufo al recordarlo. Ya tenía bien en claro que Sebastián y yo terminaríamos haciendo los pasos que nuestros padres, aunque me carcome la cabeza decirlo.

¿Por qué tenía que terminar de esa manera? ¿Dónde estaban nuestros sueños? ¿La cuestión no era hacer lo que te apasiona? A pesar de los obstáculos, había que intentarlo, por lo menos eso siempre leía o escuchaba en todos lados.

¡Pero no! En la cabeza de mi querido chico de pelo azabache no entrada otra cosa, hasta a mi me desanimaba que fuera tanasí. No me podía ver a mí, anti de todo lo referido con la contabilidad y demás cosas matemáticas u organizativas, viviendo esa clase de vida.

Al llegar por fin al cuarto no pude evitar quedar hipnotizado ante lo que presencie. Se encontraba mirando por la ventana y moviendo sus labios produciendo aquel sonido tan bello, tan atontado me había dejado a que hasta olvide lo que pensaba antes. Se podía ver a millas que el menor estaba en su propio mundo aparte, disfrutando de lo que amaba hacer, aunque me lo negara (y se lo auto negara) todos los días, el amaba cantar. Lo amaba más de lo que se amaba a sí mismo; si, tenía que resaltar lo narcisista que era.


-Hermoso...- Digo a lo bajo, pero con la intensión que él escuchara...Pareciera que solo puedo decir esas palabras y no tardo en ir hacia donde estaba.

A continuación me pongo atrás de él y lo abrazo por la espalda con cuidado.

-Si, la vista desde aquí es linda- me contestó sin moverse.

-No tanto como tu voz...- le susurro al oído y lleno mis pulmones su perfume, aquella colonia que usaba me encantaba.

-Cállate-contestó con fastidio y aferro sus manos con las mías sin cortar el abrazo que nos unía. -Tú tampoco lo haces tan mal y ni se diga cuando bailas, no sé como haces para moverte tan bien


Sé que dije que no era bueno en casi nada, solo correr y dibujaba una que otra cosilla.

Bueno, lo admito, mentí. Amo bailar desde que tengo uso de razón.

También me gusta cantar, no llego a su nivel, pero lo hago aceptable o por lo menos eso creo.

Lo que sí, si hay algo en que lo supero es bailando. No es que él sea un tronco a la hora de moverse, pero yo tengo más agilidad y conocimientos en la materia.


-Puede que tengas un poco de razón y no te diré mi secreto.

-Y luego a mi me dices arrogante.



Nos reímos ambos con sus palabras y luego de un corto silencio sentí como apoyaba lentamente su cabeza contra la mía. A los pocos minutos comenzó a mover sus dedos, sin soltarme, y así acariciar las palmas de mis manos repetidas veces.

Esta clase de contacto entre nosotros cada vez se estaba haciendo más normal, por no decir cotidiano.

Me dolía.

Si, me dolía tanto como lo disfrutaba y pensar que él lo hacía por costumbre empeoraba las cosas.

Por su cuerpo no corría aquellas cosquillas al sentir el tacto del otro, no latía su corazón a mil por hora con tan solo escuchar aquellos susurros, no se perdida del mundo entero al escucharlo cantar y no le importaba si todo desaparecía ahora mismo con tan de tenerlo unos segundos más cerca. No, a él no le pasaba nada de eso.

Era mi particular veneno, tan doloroso como placentero, pero eso no defería a que me estaba consumiendo por dentro.


-No te duermes arriba mío.


Me dijo al ver como ya me había apoyado sobre su hombro. Lo que no se dio cuenta que lo había hecho para que no me viera llorar, si es que lo comenzaba a hacer en algún momento.


-Ya se, igual no tengo sueño-le respondo y no tardo en mucho en soltarlo.

Por suerte me había sacado de mi aura depresiva y podía volver a pensar con más tranquilad.

-¿Qué pasa?

-Nada, solo quiero ir a llamar a mi mamá. Me acabo de acordar que ni le conté que vine aquí y dudo que Meri lo haya hecho con la suya.

Si mi tía se enteraba también su hermana, así de rápido corría la información en mi familia.


-Yo me quedo aquí, no termine de ordenar, ya sabes dónde se encuentra el teléfono

-De acuerdo


Doy unos pasos hacia la entrada, pero antes de irme giro por unos segundos a observarlo y salgo de aquel lugar.

Claramente eso había sido una escusa, ya no soportaba el ambiente que se había formado y menos aún mis revueltos sentimientos. No era buena para mí ni para nadie. Tenía que huir, distraerme en otra cosa y la llamada la iba a hacer igual, no tenía nada mejor que hacer.



Luego de aquella escena el sábado paso como cualquier otro, con la típica normalidad a la que me acostumbre en estos años. Vimos unas películas los tres juntos, comimos, reímos, charlamos y intente terminar la partida del día anterior, aquella misma que tanto me había costado pasar. Tampoco lo conseguí en aquella oportunidad, ganándome las últimas burlas del día. Por lo menos me divertí a pesar del otro incidente.


Pero todo tiene un final y la diversión no es la excepción.


Ahora mismo me encontraba sobre mi cama mirando el techo blanco como si se tratase de lo más fantástico del mundo. Había estado así desde que llegue y no cambie de posición por un buen rato, tampoco tenía planeado hacerlo. 



Él se encontraba presionando el mismo botón una y otra vez para cambiar de canal, no recordaba ya cuantas veces lo había hecho y menos aún el tiempo que había estado en el sofá tirado desde que nosotros nos fuimos. No encontraba nada que le llamara la atención, esos más de trescientos canales estaban de adorno.

Se levantó por unos minutos, revoleó el control de la televisión a un costado y se dirigió con paso lento a su cuarto. Debía ponerse cómodo o por lo menos es lo que él consideraba "cómodo".

Ahora se encontraba con una remera bordo (grande para su talla) y abajo, sus simples bóxers negros. Más que vestirse se había desnudado.

Con las mismas energías que se fue a "cambiar" volvió a tirarse al sofá y empezó con su labor de hacer zapping.


-¿Y ahora quien rayos es?


Reprochó con esa particular forma de hablar que tenía cuando se molesta. Vamos, siendo grosero como siempre. No quería levantarse a atender la puerta. El bien sabía que no había invitado a nadie y menos aún esperaba algo.

Pero luego del continuo sonar de aquel fastidioso timbre, empezaron los fuertes golpes destinados a la puerta. Provocando que, con muy pocas ganas, levantara nuevamente su cuerpo de allí y se dirigiera hacia la entrada.


-Pero que m...


No continúo maldiciendo ya que una mano obstruyo su boca para que no dijera nada más. Al despejarse de su enojo reconoció aquel rostro y vio como un par de ojos verdes empezaron a registrarlo de arriba a abajo. Por cómo se encontraba vestido,el que estaba en frente de él, sonrió burlón y no se imaginan la forma en la que el menor odiaba esa sonrisa.

Su "grata" visita era Nicholas. Se encontraba vestido con ropa casual, o por lo menos así lo definía él. Estaba conformaban por una camisa negra muy mal abotona, unos jeans ajustado del mismo todo, unas zapatillas muy normales de tonos claros y tenía el cabello como de costumbre, revuelto y algo largo, pero en esta ocasión resaltaba un mechón de un verde flúor.


-Shhh...No grites, que algunos pueden estar durmiendo ya y no querrás que otros te vean en los paños que me has recibido. Además no te queda tan mal...


Miró a los ojos al menor sin perder la expresión de burla de su rostro, le gustaba verlo así de enojado y no todos los días se lo encontraba así al principito. No tardó en darse cuenta que el otro chico iba reaccionar y saco su mano del rostro ajeno.


-¡Eh! Cuidado que me puedes contagiar la rabia

Poco más y le arrancaba la mano de un mordisco.

-Vete a la mierda

Con estas palabras se giró bruscamente y volvió a entrar, dejando a Nick allí parado riendo.

Le había gritado pero bien que le había dejado la puerta abierta. No era más que una invitación a que entrara, al estilo de Sebastián, pero lo era.

-Gracias


Entró sin problema alguno y buscó con la vista al de ojos miel. Su amigo había vuelto al lugar donde se encontraba minutos antes de que lo interrumpiera.


-No te quedes ahí viéndome y ven- palmeó uno de los almohadones del sofá indicándole que se podía sentar.

-Espero que no me ataques

-Cállate que ya me estaba tranquilizando, imbécil-lo agarró fuerte de su camisa oscura y lo sentó.- Además quiero que hablemos...


Ya que lo había molestado con su visita le iba sacar información, al fin y al cabo de lo que le iba a hablar lo había atormentado todo el día. De allí no se iría sin que le diera una explicación.

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